A veces no hay palabras ni citas que puedan resumir lo que paso aquel día. A veces el día, simplemente... termina.

viernes, 29 de marzo de 2013

alma de gitano (y algo hurgó la herida)



recitabas creyente:
"vales lo que vale tu trabajo"
ese que alimenta tu úlcera abierta
y que con cada bocado de dignidad que te tragas
-como una vieja sin dientes-
te mastica hasta las encías.
"vales lo que vale tu novia"
esa con boquita de pato que te cuelga del brazo
que te llegó por catálogo exclusivo de bellas y divinas
perfectas féminas de buen barrio y mejor familia.

"vales lo que vale tu reloj"
titanio indestructible a riñón el gramo
sumergible hasta la cueva del leviatán extinto
aunque tú no cates el agua porque la sal te da grimilla
y te jode el esculpido de gomina.

"vales lo que vale tu cobarde silencio"
mutismo paladín defensor de tu exigente estatus
afasia que sepulta tu pasado de noble cabrero
tumba de parientes de barrio pobre.

pero tienes alma de gitano y algo hurgó la herida
y esa grieta que creías cauterizada
supuró tus honras de franco villano.
y la puta que te amamantaba
te apartó de su ubre de pezón sangrante
¡hijo bastardo rechazado!
y te lanzó sin miramientos sobre el regazo de los de tu calaña.

y te despojaron,
pieza a pieza, jirón a jirón
del decorado de tu vida:
tu líder te nombró inútil descerebrado no apto
y te mandó al carajo con el beso de judas,
y entregó tu escalón privilegiado a ese becario
un pobre gusano sin futuro
que trabaja por un café quemado.

tu princesa se deshizo de tu abrazo
con la discreción que le otorga su clase,
con la indignación de quien se limpia una caquita del zapato,
con la indiferencia del que contempla la muerte de un escarabajo.

tu reloj corrió de mano en mano
en el mercado negro más honrado,
una venta rápida a los yonquis de tu antiguo barrio
con descuento obligado bajo el filo de una navaja
y agradecimiento humillado
por conservar la vida que te queda.

y viste tu destino reducido
    al valor de una bala en tu cráneo,
al largo de una soga de esparto
    en la viga de tu chabola,
al salto desde un quinto
    sobre el asfalto de los derrotados,
a una vena abierta goteando lamentos
    a los pies de tu cama vacía.

pero tu padecimiento no vale la grandeza de un suicidio,
tu averno no posee la fastuosidad de un infierno de Dante,
ni la tragedia poética de un Hamlet de Shakespeare.
tu infortunio es un vulgar bidón quemando basuras podridas,
no eres más que el despojo de un mundo banal que comercia con mentiras.

ahora que sabes al fin quien eres, te alzas otra vez como cabrero
y ves pastar a las locas bestias de tu niño vecindario,
y te sonríes afortunado  porque aún te den cobijo
el noble rey de los anónimos, la madre de todos los huérfanos ignorados,
y besas al soberano de los olvidados que te recuerda como al hermano
que un día marchó en busca del dorado para regresar hoy
más viejo, más triste, más pobre
más humano.







domingo, 24 de marzo de 2013

Frenar el tempo del tiempo



¿Y si simplemente me siento?
No en el lugar elegido, ni en el encuadre perfecto,
no allá donde el poema grita posible lo utópico,
no en el espacio soñado, ni en el momento adecuado.

Sentarme aquí, ahora,
entre la muchedumbre sin aliento
entre sus pies sincopados de pasos estrechos
bajo sus miradas de andar a lo obligado
de andar hacia esas horas de esclavo que matan el tiempo para lo bueno.

Sentarme y punto.
Sentarme y rescatar el tiempo robado,
el tiempo de leer en mí: los adjetivos, los verbos, los predicados,
los subtítulos de mis ojos y las definiciones de mis gestos.
El de mirarme dentro sin impaciencia
y sentir una caída de lenta flotabilidad,
palpar la ingravidez de mi debilidad
catar el peso de mis culpas
perdonarme los pecados ajenos
y liberar los miedos que retengo.

El tiempo de abrazarte desafiando al tiempo
crujiendo los relojes con el estremecimiento de tus huesos,
y estrellar contra tus besos los embudos de fino cristal
que como verdugos meticulosos despeñan segundos de fina arena.
El de tocarte sin rozar el borde de tu prisa
y que me acaricies,
amor,
sin avistar el arañazo de mi urgencia
que destiñe los rojos de mi sangre caliente
cierra las costuras de mi inmoralidad orgánica
y mata tu dulce bestia de conquista primigenia.
El de escuchar tu manso silencio
espoleado por las palabras que importan
esas que nunca nos dijimos
porque aun no las hemos aprehendido

Tiempo de mi mente zozobrando a la deriva,
de navegar sin rumbo fijo y encallar en arrecifes inauditos,
aprendiendo que la libertad me la otorga
frenar el tempo del tiempo
hasta acompasar su acelerado tic-tac
al errático palpitar de mi cuerpo.




sábado, 23 de marzo de 2013

En pos de tu risa hallé mi remedio



Le pregunto al amor como se siente,
si ha menguado esa punzada mordiente
si ha remetido un poco la fiebre
si tiene pensado levantarse hoy de la cama
y dar un paseo amarradito a mi brazo
 
Le propongo una sonrisa y que andemos a la zaga de tus palabras
y nos colemos como niños traviesos en tu bolsa de poemas
y revolvamos ansiosos entre tus versos
esos del amor y aquellos del tam-tam primitivo,
que simulemos ronca voz al recitar a la tormenta,
que nos vistamos con paja fresca y sombrero de Withman,
y que, irreverentes, nos bebamos a carcajadas la tristeza.
Que te besemos furtivamente en la boca cuando no mires,
que hagamos ver que entendemos lo abstracto con gesto serio
-dejándote perplejo y descolocado-.
Que pidamos por ti el menú con gestos de mimo
hasta volver loco al camarero y arrancarte de nuevo
la risa por la risa, como cuando reías sin motivo.

Se frota la pereza de los ojos.
Como si fuera la primera vez que ve mundo
pega la nariz a la ventana y crea un círculo de vaho
dibuja un corazón en ese húmedo lienzo con su dedo,
me mira de soslayo picarón y resabido,
y en esa mirada leo:
Por fin encontraste el remedio a mi gangrena.







sábado, 16 de marzo de 2013

La suma de tus risas



no quieras ser yo.
no me emules,
no te calces mis botas gastadas
no cepilles mis cabellos tintados
no te pintes en mi reflejo de arrugas
no llores mis tristezas de amarga hiel.
no te rías desde mi garganta afónica
no rasques mi sarna de perra enferma.
no parafrasees con orgullo mis refranes de pueblo muerto
no imites mis ademanes caducos
no presumas de mis rancias victorias
no justifiques las derrotas de esta ajada capitán de puerto sin bajel.

no quieras ser yo
mi niña
porque yo ya no soy más que el resumen en retazos de la suma de tus risas,
el largo de tu sombra mayúscula por pequeña
tu futuro pendiente sin mí
tu presente alborotado conmigo
el borrado de tu pasado inexistente.
el aliento en tu boca ingenua
la caricia a tu palabra que titubea
el gruñido a lo imposible que te hiere
el guantazo a lo improbable que te atemoriza
el beso a lo bello     tu beso
la sonrisa que desquicia de vida.
el viento suave a tu espalda que te empuja
el cesto donde lanzar tus penas.
no soy más que un espectador maravillado
un mago que te esconde los cuchillos
una bruja sin malicia que se come la manzana y te regala las semillas.




jueves, 14 de marzo de 2013

La cama


Hoy es la última vez que nos vemos. Esta es nuestra última sesión doctor. En cuanto se agote el minuto cincuenta y nueve saldré por esa puerta y mi trasero le contoneará un adiós definitivo.

No, no me mire con cara de hastío condescendiente doctor, no es un arrebato, no es una crisis, es la lucidez que proporciona el haber mandado al carajo sus pastillas.

Ese cóctel de colores que alienaba mis ideas, mis inquietudes, mis miedos, mis decisiones. Que las ponía cara la pared como quien castiga a un niño por haber saltado en la cama, por haber arrugado las sabanas, desalineado los cojines, formado ovillos gigantes con la colcha y cuevas imaginarias con los adornativos almohadones de plumas. Castigar el desestirado de las tensas telas que se mantienen justo al límite del punto de rotura. Ese punto donde todo es liso, de un horizontalidad irrefutable, de una llanidad sobrecogedoramente plana. Ese tensado de fibras que permiten hacer rebotar una moneda en su centro sin causar ningún ruido ni formar huella.

Se acabó doctor, yo quiero usar la cama, revolverla, dormir de través, que me cuelguen las patas por lo ancho, rodar como una croqueta en sartén hirviendo hasta caer sobre la alfombra, lanzarme de espaldas sobre los cojines, revolcarme entre los almohadones, reseguir las manchas inlavables de los centros donde se alojan los cuerpos, acurrucarme en un ovillo desordenado de telas cálidas. Levantarme y volver, al caer el sueño sobre mis ojos, y reencontrarme con el desorden de una vida explicada en arrugas, bultos y puntas desmetidas de sus bordes.

Sí doctor, se acabó el medicarme, se acabó el repiqueteo de su bondacidad de plástico sobre mi mente, de su maldacidad de pacotilla hurgando con morbosidad en mis fantasías para luego condenarlas con asqueado desdén. No voy a sucumbir de nuevo a su empecinamiento de mantenerme dentro de un malsano confort gris de asentimientos, aceptaciones y sumisión civilizada.

Se acabó tragar su mierda tibia doctor, y se acabó porque por fin tengo un motivo.

Si doctor, tengo un motivo. Este se reveló en un momentum catártico, justo cuando la última de sus adormideras de farmacia perdía efecto y mi mente reventaba candados.

Y mi querido doctor, mi queridísimo doctor, es asombroso lo liberador que es encontrar un motivo, rotundo, puro, simple, sencillo y claro. Que sublime! incluso Dios hubiera llorado de envidia si hubiera existido.

Porque doctor ¿Se ha percatado de que los humanos necesitamos cien motivos más dos para querer seguir viviendo al despertar y solo uno por el que morir al acostarnos y así poder dormir?

¿Ha encontrado su motivo doctor o sigue sin conciliar el sueño por las noches? ¿Sigue su cama cruelmente libre de arrugas, doctor?




domingo, 10 de marzo de 2013

Madre, ¿Aún me ves?




¿Quién soy yo madre? ¿Soy acaso tus esperanzas demolidas. Tus ilusiones ahogadas en vino barato. Tus sueños a la deriva en un pantano de residuos. Tu futuro inmediato de pesadillas. La bailarina que nunca subió al escenario. La cocinera que acabo preparando el rancho para el ganado. La prostituta peor pagada del barrio. La fregona de los váter de la cárcel de los drogados. El borrón más feo en tu foto de familia. La vergüenza que se esconde a los ojos de los divinos en el desván de los desahuciados. La hija prodiga que murió tras un doloroso parto. Tu legado más equivocado. Tu error menos humano. Tu castigo ineludible. Tu peor reflejo en el espejo donde pintas de verde sentencia tus ojos, de roja bilis tus labios. El nombre que se susurra con bochorno las noches de frío invierno en las cenas con amigos. La mancha en tu mejor vestido, el desgarro inoportuno de la sisa de tu camisa, el dobladillo descosido que barre tu mierda a cada paso por la vida. El pensamiento que acelera tu ira. El recuerdo que atormenta tu perfecta estampa?

¿Soy esa? ¿Verdad madre?

Desde tu caleidoscopio de correcciones soy tu fracaso más evidente. El único ser que no pudiste moldear a tu imagen y semejanza con tus dedos amurallados de nervios y huesos. Soy el ángel caído de tu cielo apocalíptico. Soy la apóstata que renegó de tu edén de orgullos autócratas. El acto improcedente que se cagó en mitad de tu jardín de luchas y rencores imaginarios.

Madre, si ahora pudieras ver. Si fueses capaz de mirar más allá de ti, apartando de tus ojos el velo de la furia, la sombra del rencor, el foco del odio que te ciega. Si fueses capaz de sentirte en paz, si fueses capaz de calmar tu vesania innecesaria; entonces madre podrías contemplar lo que de ti surgió a través de mí una madrugada de tibia primavera: Bellos ojos de un profundo azul de mar en calma. Dulces lenguas cantarinas que chorrean a todas horas risas y palabras frescas. Abrazos en las peores horas. Besos oportunamente inesperados. Inocencias ausentes de resentimientos. Preguntas sin dobleces. Amores que matan dolores. Dulzuras que hacen cosquillas en las heridas. Ternuras que enjuagan lágrimas de tristeza. Vida nueva.

¡Oh! ¡Madre! Si tan solo fueses capaz, por un instante callar tu verbo afilado, desterrar tu orgullo tiránico, tu celo envenenado, tu envidia cancerosa, ¡Oh! ¡Madre! entonces, quizás al fin, pudieses comprender que el mundo jamás te declaró la guerra, que luchas contra tus propias quimeras, que matas fantasmas que tú engendras. Que tus tropas son desertoras no de tu cruzada, sino de tu locura malsana, de tu odio sin fundamento, de un injusto rencor que no llego a comprender por qué alimentas con los restos de tus muertos, con las ausencias de los que exiliaste de tu lado.





Double in me
By Caroline Blacksmith-bay

sábado, 9 de marzo de 2013

Carta a Peter Banning



Esta noche soñé de nuevo, y de nuevo era antes, y de nuevo era niña grande, y de nuevo sonreía. Despertar y verme cana, verme arruga, verme en el espejo y reconocerme como la nada de un todo donde no se encaja. Estúpida mente retraida que me impide no llorar, no doler, no encogerme por la mitad por no llegar a esa altura, porque esta mente estúpida no comprende que hay montañas que algunos solo podemos acariciar en las pinturas, imaginar en los cuentos narrados por las abuelas donde los alpinistas avezados y experimentados plantaron su bandera en una cumbre que para mi solo será (por siempre) el sueño imposible de la ostra anclada en su arrecife.
Sentirme tan escasa como los dientes de un ganso, tan absurda como el remedio de cargar sacos para un dolor de espalda, tan hilarante como el romance de Europa y la peste negra, tan fracasada como el artista de un éxito olvidado que canturrea en el metro su éxito que apesta a naftalina.
El mayor escalón que golpea mis espinillas recordar como una vez salí a la superficie e inflé mis pulmones de aire de felicidad, como me inundó un mar invertido de oxigeno de vida, donde acariciarte era acariciar lo mejor de mi, donde escucharte borraba con dedos de sabio curandero todas las heridas de batallas perdidas, donde mirarte era sumergirme en la placidez de un mundo sin guerras, donde acompañarte era volar en circulos sobre las mezquindades humanas. Ya pasó, es un relato antiguo, un momento que se extinguió, languidamente y en silencio, tras una realidad de caminos divergentes. Se trata de haberme quedado sentada bajo un por qué recitando todas las respuestas que sé que jamás podré comprender por limitada entendedera y estúpida tozudez de querer ser esa vez que fui la reina del baile, la novia de blanco, la que te hacia reir, la que alimetaba tu alma, la que por las noches era tu refugio y tu mejor aliado.
Reconocerme anacronica, aceptarme limitada, admitirme ser traje pasado de moda que desentona por estridente y caduco en un tiempo donde los cuerpos lucen desnudos y las palabras pesan por su ligereza.
Retraerme a mi cubículo de horarios estúpidos, trabajos vergonzantes para el mundo, amistades ausentes y vivir como marca mi idiosincrasia. No pretender ser la ridícula parodia de una Pizarnik venida a menos, un desgarro de poemas. No mostrar una fragilidad que será al fin mal entendida y poco poética por el lamentable pragmatismo en la que se expresa. Dejar de querer ser en ti lo que a ti no te hace falta. Dejar de ser en mi lo que me destruye. Dejar de ser para empezar a existir la existencia innata que en mi habita y no la esperanza de la lombriz que pensó que llegaría a ser mariposa porque una vez se le dijo que era única y hermosa, ignorando en su estupidez que el jardín estaba lleno de hermosas alondras.







jueves, 7 de marzo de 2013

Confort frío




acomodarme en el espacio del no sentir
dejar morir los sentimientos blandos
esos que empapan de rosa un momento,
un instante,
un suspiro           leve          y tibio.

ignorar el saludo al sol del girasol reverente,
la perfecta trenza de la espiga antes de la siega,
la ola de cabeza enjabonada de sal y vida,
la justa altura de la brizna de hierba buena,
el intenso aroma de morriña de mi tierra mojada,
volátil caricia del diente de león emprendiendo el vuelo.

no llorar el arrancado de mi adentro
llevándole flores a un cadáver de niña pobre que quiso ser princesa.
enfundarme el traje del excluido y bucear hondo
hallar en el ártico del mar de los fríos
el lugar exacto donde yacen las alianzas que murieron por suicidio
una tarde de lágrimas de ausencia.











sábado, 2 de marzo de 2013

Un libro

''Temperatura exterior 4 euros''
-Señora sabia en un tren cualquiera-



Ya no se si voy o vengo
si he estado o no he llegado nunca.
Génesis de una masa cambiante y deforme,
nuevas caras, diferentes olores, cuerpos imposibles,
ruidos estridentes, bocas mordientes, prisas de café caliente y legaña.
Climas variables, fríos polares, modorra de tren,
claustrofobia de estación subterránea, silbatos de toque de queda
                        un libro
Ahora todo se difumina como acuarela bajo espuma,
todos los rostros son iguales, los cuerpos indiferentes,
el paisaje una velocidad diagonal.
La ropa soldada a mi piel rompe el barómetro,
una señora sentencia: temperatura exterior cuatro euros.
Me desoriento en un día eterno de dos mañanas
una corta noche de frenético sueño
y un perpetuo traqueteo con final de linea continua
                         un libro
Buenos tiempos refugio al que huir cuando todo va mal
recordando viejos tiempos en los que no había a donde huir.
Buenos tiempos de carteras vacías, horas repletas, cuerpos calientes,
resucitando risas, abonando sueños.
Buenos tiempos donde no se chupa una polla se saborea
no se come un coño se paladea
no se folla se subliman los sentidos, se recorren los cuerpos.
Buenos tiempos cuando no se lee un libro para pasar el tiempo
porqué el tiempo no cuenta cuando se está leyendo un libro.