A veces no hay palabras ni citas que puedan resumir lo que paso aquel día. A veces el día, simplemente... termina.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Heridas

 
“Los monstruos existen y los fantasmas también,
viven dentro de nosotros y algunas veces son los que ganan” 
-Stephen King-


Se lo lanzó. Le lanzó el cenicero rebosante de colillas apuradas hasta la boquilla. La taza llena de café se disparó en parábola y herrando la diana pintó de manchas deformes las paredes. La azucarera sembró de azúcar el suelo en su torpe viaje de obús con trayectoria mal calculada. Las muñequitas de madera con sus delicadas formas y divertidos colores fueron confeti sin fuerza, pero ese ridículo lance fue resarcido cuando la tabla de robusto roble planeó hasta la desnuda pierna machacando tendones y amoratando la fina piel del reverso de la rodilla. Había hecho blanco con el más contundente, enorme y peligroso de los objetos que halló a su alcance. Y le gritó durante todo el ataque, le lanzó su dolor con vozarrón de guerrero encolerizado. La roja cortina de la ira había cubierto sus pupilas. Soeces insultos se atropellaron en su garganta, escupitajos de bilis hirviente se acumularon en sus comisuras.
El primitivismo que en ella habitaba, ese que había conseguido mantener encerrado bajo siete llaves en el corvejón de su espalda se había liberado y arrasó con la educación, asesinó al dialogo y violó a la cordura. El ataque fue feroz, terrible, visceral y desgarrador. Frenó esta embestida irracional el stop que impuso una mirada clara de asustada inocencia. Una mirada de un gris plomizo que recuerda los mares en calma de febrero.

Ahora unos dedos que tiemblan vergüenza aplican pomadas a las heridas que infringieron. Se muerde en continuo el labio inferior contemplando el mapa de azules que ha pintado en su cuerpo. Y se hace la promesa en silencio, en silencio se hace la firme promesa: Debe matar a la bestia, no puede vivir en clausura. Sus aullidos toscos y primarios siempre le recordaran que puede volver a escapar.
Debe matar esa parte de si misma o corre el riesgo de dejar tras de si: humo, desierto y llanto.



viernes, 28 de diciembre de 2012

El gnomon de la clepsidra y la ausencia de un ocaso


"En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario."
- George Orwell -


-¿Tú me amas, vida mía? ¿Podría tu amor por mí iluminarme como soles sin ocaso truncando el gnomon de la clepsidra sellándonos en lo eterno?

-Vida mía, no sé que es un gnomon ni una clepsidra. Jamás he oído que el sol no alcance cada día el ocaso, y sinceramente no se como diablos podría sellarnos en lo eterno... no tengo idea, no se me ocurre la manera.
Pero si tengo la certeza de que si no me duermo con tu cuerpo arrimado a mi entrepierna sufro de pesadillas de abandono la noche entera. Que si no despierto a tu lado amanezco tiritando. Que las heridas se me infectan si no eres tú quien me pone las tiritas. Que al pensar en tu nombre acude a mi mente tu sonrisa y que esa imagen siempre eleva las comisuras de mis labios y hace que mi corazón lata más deprisa. Que las cenas sin tu compañía saben a nada, ni la sal consigue dar sabor a las anchoas de l'Escala. Que mido mis pasos con tus mesuras porque me da pánico salirme de la raya y que tus lágrimas pinten lamparones en mi alma. Vida mía, mi ignorancia me impide amarte con las lenguas de un poeta, amarte con parábolas, silogismos, metáforas y palabras que no se usan más que en erudita literatura. Vida mía, que amarte es mi oficio, desearte mi delito y vivirte mi único credo es sello de garantia permanente. Pero vida mia.. no, no creo que pueda evitar que el sol se ponga cada día y goce de su ocaso.


jueves, 27 de diciembre de 2012

Hubo un tiempo

Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio.
-Joan Manuel Serrat-
Hubo un tiempo en donde tus ''te quiero''
fueron de una sencillez tan simple,
que lograron en su irreverente verdad
congregar todos tus versos.
 
Hubo un tiempo en que me hiciste creyente
de los amores eternos
de los asesinos redimidos
de las madres amantes
de los amigos leales
de los hijos que no mueren.
 
Hubo un tiempo en donde poseimos una tierra
infinita como el mapa del viento
sagrada como el cementerio de  los elefantes
inexpugnable como la inocencia de un infante.
 
Hubo un tiempo en que amé.