A veces no hay palabras ni citas que puedan resumir lo que paso aquel día. A veces el día, simplemente... termina.

domingo, 20 de octubre de 2013

apología del buen recuerdo




-¿Lo tienes todo abierto?
-Si, hay que estar abierto, que entre y salga, que circule, que se airee
-No
¿No?
-No, hay zonas que se deben mantener cálidas, a resguardo, protegidas, entrar en ellas en compañía de sus únicos arquitectos y caminar sobre sus mullidas alfombras, reposar sobre alguno de sus sillones de brillante cretona, contemplar con deleite esas brasas que doran un hierro mil veces forjado, observar su valor en la intensidad de el sepia de sus paredes que marca los tiempos. Que esa privacidad de aires tiernamente temblorosos sólo sea de acceso a sus moradores, que no se escape un átomo de ese universo, que no se pierda una molécula de sus aires.
Hay que impedir ese golpe de viento que levanta indecentemente las cortinas y arrastra con brutalidad hasta el desierto de la amnesia esas pequeñas cosas que, juntas, forman el hermoso lienzo de una vida.
No hay que airear, ni reformar, ni cerrar sus puertas lanzando, su llave sin dientes, al cajón de los objetos que se quieren perder pero que algún sentimiento de ácido remordimiento impide que los arrojemos a los escombros.
No debemos condenarla, por no poder olvidarla, a los vetos: negarle el acceso, renunciar a la visita; mejor sería si no es ya un rincón al que acudir con una sonrisa de dulce morriña, soplar esas brasas hasta que una des sus fugaces chispas prenda en las mantas que envolvieron todas las confidencias y dejar que todo arda hasta los cimientos.

viernes, 23 de agosto de 2013

agnóstica religión




Soy una buena religión
no corre sangre por mis calles,
no despedazan cadáveres pútridos mis perros,
no subsisto en la grietas de tus aceras,
no soy la termita de una moral marchita
ni la solución a un mundo de huesos triturados

Soy atea, agnóstica, apostata,
soy religión que coletea tras tu libertad,
no soy fango de calabozo que infecta úlceras
no soy cátedra encerrada en el limite de lo probable
soy religión expandida hasta el origen de lo imposible
soy tu sierva no tu amo

Desnuda mi garganta, destrenzados mis cabellos,
desafiante actitud desdeñosa ante vulgares dioses tediosos y aburridos,
me sumerjo en tu laberinto,
mirada inflexible y ardiente me atrae a la trampa
y me entrego como se entrega el pájaro a la serpiente
a esas caricias dolorosas como un abrazo
y voluptuosas como un beso

sábado, 3 de agosto de 2013

..y a este poema no sé como llamarle



Podría llamarse: macarrones con miel
o bautizarse como: la desgarradora y lamentable muerte de un dolor sublime.
Nada, ni su título ni su cuerpo, ni su alma harán de su muerte algo menos triste, por ser tan anodina, tan gris, tan plana, tan poco trágica y tan injustamente anónima.
Quizás sea a causa de la desidia o a causa de una derrota que entraña no acumular victorias, o de un tiempo de empeñarse en perder ese tiempo en sembrar amapolas en una roca. Quizás sea que verlo morir sin elegancia, ni nobleza sea causa de vergüenza que conviene ignorar, que asuste saber que ver morir a este dolor, que desgarró con uñas rotas las mejillas de Venus e hizo llorar incluso al diablo, no conmueve ahora el alma ni provoca un suspiro de pena. Quizás sea su patética decadencia sin remedio, como esa sábana que por vieja se despedaza  para usarla para retirar el polvo de viejos recuerdos y que a cada pasada ya tan solo pierden brillo y frescura. Quizás sea la indiferencia, esa matrona calma y silenciosa que hiela los espacios con su aliento, que renuncia al argumento, que desprecia posibilidades, que niega alternativas.
Quizás sea... que ya tan solo queda una rutina paralela y el dolor ha sido desterrado a una frontera donde no llegan los por qué porque ya no requieren respuestas.
Y ya no es poema, y ya da igual su título, y ya no importan las metáforas de talla diez, las figuras de arabescos aplaudidos, los silogismos enrevesados... ya no es poema, ni tan solo prosa poética, no alcanza ni a nota de suicidio, ya tan solo es un pensamiento de duermevela que se plasma sobre el desconchado de una esquina, en silencio y sin pena.